Este riesgo se presenta en diversos tipos de clínicas y viene dado por el uso de equipos electro-médicos que generan diversos tipos de radiaciones no ionizantes, tales como: campos electromagnéticos (con fines diagnósticos o terapéuticos), rayos ultravioleta (UV), ultrasonidos (sistema Doppler, litotipógrafos, sistemas de limpieza
dental en odontología, etc.), microondas, onda corta, rayos infrarrojos, rayos láser, etc.
La exposición a campos magnéticos y sub radiofrecuencias se produce por el uso de equipos de Resonancia Magnética de Imagen, etc., y por la presencia de campos eléctricos y magnéticos cerca de las subestaciones de transformación de corriente eléctrica. Los campos magnéticos afectan además al funcionamiento de instrumentos como marcapasos cardiacos, etc. por lo que se ha de limitar el acceso a las personas afectadas.
La exposición a radiofrecuencias y microondas se produce en salas de fisiología y rehabilitación donde se utiliza la técnica de diatermia, y pueden producirse fugas en cables, consolas y aplicadores mal aislados por defecto de fabricación o deterioro.
El riesgo puede darse además por la presencia de equipos e instalaciones de rayos ultravioleta (en clínicas para tratamientos dermatológicos, en esterilización con lámparas germicidas, en clínicas dentales para la polimerización de los empastes composites, en cirugía, fotoquimioterapia en dermatología, laboratorios, etc.) o infrarrojos (cirugía, terapia por aplicación superficial de calor, etc.
El riesgo puede darse también en aparatos láser en oftalmología, dermatología, otorrinolaringología, neurocirugía, odontología, ginecología, urología, etc. Los riesgos del láser se clasifican en dos grandes grupos: radiactivos o no radiativos según estén o no directamente relacionados con los efectos del haz.
Los no radiativos son originados por los diferentes elementos necesarios para el funcionamiento del láser o que aparecen durante su operación. (riesgos eléctricos al manejar fuentes de alimentación de alto voltaje, etc.)
Los daños que pueden producirse al estar expuesto a este riesgo son los siguientes:
Los campos electromagnéticos usados en diagnóstico (Resonancia Magnética Nuclear), o en terapia (fisioterapia y rehabilitación), pueden producir diversas alteraciones orgánicas, de acuerdo con el grado de exposición y las características de la emisión.
Los campos magnéticos, radiofrecuencias y microondas producen efectos adversos para la salud por aumento de la temperatura de los tejidos (hipertermia), principalmente en aquellos de menor riesgo sanguíneo y por tanto de menor capacidad de disipación del calor (ojos, testículos, etc.), que puede dar lugar a lesiones locales, quemaduras, hemorragias, necrosis y muerte tisular. Puede además producirse un síndrome neurasténico con síntomas de cefaleas, astenia, anorexia, fatiga, mareos, temblores, insomnio, etc.
La radiación ultravioleta (B y C) puede producir fotoqueratitis en la córnea, eritema, queratoconjuntivitis, fotofobia, lagrimeo, envejecimiento acelerado de la piel y aumento del riesgo de sufrir cáncer de piel. La radiación ultravioleta (A) puede producir
cataratas, reacciones de fotosensibilización y quemaduras en la piel mientras que las radiaciones infrarrojas pueden provocar quemaduras en la piel, la córnea o la retina, y las del tipo A, cataratas.
Los emisores del tipo de onda corta y ultrasonidos, usados habitualmente en fisioterapia y rehabilitación, pueden producir el calentamiento de los tejidos, con la posibilidad de producción, incluso, de quemaduras severas.
Como consecuencia de la exposición a ultrasonidos pueden llegar a aparecer efectos como desplazamientos transitorios del umbral auditivo, pérdida permanente de la audición, cefaleas, náuseas y fatiga para niveles de ultrasonidos de frecuencias mucho más elevadas que las empleadas en estos dispositivo, y que normalmente van acompañados de niveles muy altos de ruidos audibles.
Otros síntomas atribuidos a la exposición a ultrasonidos son alteraciones vasculares periféricas y alteraciones funcionales del sistema nervioso de carácter inespecífico.
Parece ser también que se han encontrado evidencias de que la exposición a ultrasonidos puede afectar a personas que padecen arritmias o lleven marcapasos.
Las consecuencias para la salud por exposición a láseres vienen determinadas por la exposición máxima permisible, y dependen de la longitud de onda de la radiación óptica, la zona del cuerpo donde incida (piel u ojos), de la potencia del láser y del tiempo que dure la exposición. Sus efectos pueden ser térmicos, fotoquímicos,
electromagnéticos o mecánicos.
Se recomienda la separación y aislamiento de los recintos donde se encuentran los aparatos emisores de radiaciones no ionizantes (Resonancia Magnética de Imagen, etc).
Algunos sistemas eficaces de aislamiento son por ejemplo la “Jaula de Faraday” en las salas donde se aplican radiofrecuencias o microondas que consiste en un confinamiento electromagnético del comportamiento, las paredes, techos y suelo conectados aquí potencialmente entre sí y a tierra.
Los lugares de trabajo donde existe riesgo de exposición, deben estar debidamente señalizados y dirigidos a los usuarios y especialmente a personas con marcapasos y otras prótesis metálicas.
Debería reducirse en la medida de lo posible, el tiempo de exposición en todos estos recintos (mediante la rotación en los puestos de trabajo, etc.).
Debe realizarse periódicamente un control y medición de los niveles de radiación, para detectar fugas y un mantenimiento adecuado de todas las instalaciones y equipos, (revisión de cables portadores de la corriente modulada y el cambio periódico de los mismos en instalaciones de diatermia, revisión de las condiciones de instalación de los equipos electromédicos, etc)
Debe evitarse en lo posible que las pinturas o recubrimientos de las paredes y techos favorezcan la reflexión para evitar exposiciones innecesarias.
Las cabinas PUVA deben disponer en la puerta dispositivos de enclavamiento de forma que al abrir ésta se desconecte la fuente de alimentación de las lámparas de UV.
Las lámparas germicidas deben disponer de cristales o pantallas de protección que absorban la mayor parte de la radiación. Nunca elimines estos sistemas de protección.
El uso de este tipo de lámparas en quirófanos se realizará mientras no se haga uso de las instalaciones y de forma que no haya personas expuestas a su acción.
Si haces uso de radiadores de aplicación manual en el tratamiento terapéutico de ciertas heridas abiertas (ulceraciones,etc.) sigue las siguientes recomendaciones:
Todos los aparatos de radiación láser deben disponer del certificado correspondiente según la normativa vigente, y deben disponer de etiquetas visibles donde se indique el cumplimiento del mismo así como las indicaciones internacionales, marcas de certificación, indicaciones para paneles de acceso, etc. y una advertencia específica.
Los aparatos que emiten radiación láser de las clases 3B y 4 deberán disponer además de una carcasa protectora, cierre remoto, control por llaves, dispositivo de avión de emisión, atenuador, etc. Cuando el recorrido del haz esté abierto porque las condiciones no permitan utilizar un cierre protector, la trayectoria libre del haz debe estar situada por debajo del nivel de los ojos de manera que no sea posible que el ojo, tanto del operario como de un observador se interponga en su camino inadvertidamente.
Utiliza en todos los casos que sea necesario, ropa protectora y protección ocular adecuada a la longitud de onda de la radiación láser tal como se indica en las normas
EN-207 y EN-208.